jueves, 3 de abril de 2008

Cuando la violencia contra los homosexuales llega incluso hasta el asesinato

El chico no parece estar tan "alegre". Lo han llamado por teléfono, y en el contestador le dejaron el siguiente mensaje: "tu andar de maricón jode al barrio". Lo que al principio fue tomado por él, como una broma, ahora dejó de serlo. A su pareja le pintaron en la fachada de la casa, "la vas a pagar por puto". Ambos están pensando en irse de la ciudad. No existen paraísos perdidos, y esto no es novedad. Tampoco ya existe la "conducta inmoral" de Oscar Wilde, sí su literatura.
Exiliarse puede que sea una opción, pero como en los mejores cuentos infantiles, para ambos muchachos, no habrá camino sin obstáculos. Las piedras, las balas, los robos, el despido injustificado, la burla, la demagogia, el cruce de vereda, la "falsa cara de los ángeles", siguen estando en el bosque animado, mediatizado.
La intolerancia nace, crece, acecha. A veces viene disfrazada de burla, de chiste, de condenación, de joda liviana. A pocos segundos de la risa, está la trompada, la censura, el golpe bajo y el insulto contra lo diferente. Intolerancia por lo que el vecino puede ser y uno no, por lo que tiene, por lo que sabe, por cómo se viste, por cómo camina. Y aunque la historia tiene una larga lista de estos intolerantes, las adhesiones no cesan. Al ritmo de "marica tú, marica yo, marica todos", no hay porqué sorprenderse entonces que, en este bosque verde y derecho, afloren eclesiásticos que piensan que hay que tirar gente al mar. ¿Más gente al mar? ¿Más eclesiásticos que quieren tirar gente al mar?... mas maricas.
PERIODICO LA VANGUARDIA (ESPAÑA) 12 NOV 2007